Libro:
“Falacias del amor” Autor: Roxana Kreimer (2°
parte)
“Es el amor. (...) La hermosa
máscara ha cambiado, pero como
siempre es la única”. (Jorge Luis Borges, El amenazado)
Entender
al amor como un
sentimiento espontáneo y repentino (tal la concepción del
flechazo) y no como una relación que se construye a lo largo del tiempo, supone el desarrollo de altas dosis de idealización.
Con frecuencia se incurre en una falacia de generalización
indebida al considerar que en unos pocos encuentros
resulta evidente que los amantes están “hechos el uno para el otro”.
Se
espera que la pasión se afiance en la pareja, pero cuando el hechizo se ha roto -y la pasión es finita por definición-,
sólo resta el desengaño, la desilusión o el omnipotente deseo de cambiar al
otro. El divorcio aparece entonces como
la resolución previsible de un sentimiento que no puede durar. Este proceso
de desencantamiento también se vincula con la falacia de falsa analogía presente en el mito del andrógino
(divulgado popularmente como el de las “almas gemelas” o el de la “media
naranja”).
De la analogía de las “almas gemelas” se desprenden otras ideas que han contribuido a anudar amor y sufrimiento: la de no
juzgarse
“completo” si no se está en pareja, la de confundir la pérdida
de un amor con la pérdida de nuestra capacidad de amar y el supuesto de que una
y sólo una persona está destinada a “hacernos felices” en el amor. La falsa analogía de las almas que
vagan en busca de su mitad perdida también dio lugar a la falacia
de la falsa dicotomía (o falacia del blanco
y negro), que plantea mediante juegos de oposiciones dos alternativas, sin considerar que en realidad existen muchas más.
Los crímenes y los suicidios pasionales, un tópico de referencia obligada desde
la mitología griega hasta el presente, con frecuencia presuponen esta
concepción según la cual sólo una persona está “destinada” a amarnos.
Si
la relación con el “alma gemela” no es posible, la vida carecería de sentido. Nuestra propia integridad habría sido
avasallada. Pero el amor no consagra la individualidad. No somos naranjas rebanadas
ni erramos en busca de nuestra mitad perdida. Encontraremos personas afines pero distintas a
nosotros a las que podremos amar más allá del período de encantamiento primero (si lo hubiere), de acuerdo
a nuestra disposición para conciliar las diferencias y a resolver los problemas
que sobrevienen a toda relación humana que se prolonga en el tiempo.
La
concepción platónica,
también contribuyó a estrechar el
lazo entre amor y sufrimiento. La cultura
occidental pareció poco interesada en focalizar su
atención en un arte de amar, que en inscribir el discurso amoroso en el
registro de lo prohibido y de lo permitido, en el de las “normas” y en el de
sus supuestos “desvíos”.
De ahí la fascinación por los
“amores prohibidos” y la identificación
del “triángulo amoroso” con el argumento de las historias de amor.
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