martes, 13 de diciembre de 2022

 

Libro: “Falacias del amor” Autor: Roxana Kreimer    (3° parte)

“Es el amor. (...) La hermosa máscara ha cambiado, pero como

siempre es la única”. (Jorge Luis Borges, El amenazado)

El amor cortés medieval subrayó la identificación del amor con el deseo, y del deseo con la ausencia. La exaltación del amor no correspondido propia de la cultura de masas contemporánea es tributaria del canto de aquellos trovadores que entendieron que el sufrimiento era prueba necesaria y suficiente del amor.

El romanticismo consagró a la infelicidad como destino del amor.

Madame Bovary, la novela realista de Flaubert, describió la infelicidad de la mujer burguesa educada en el romanticismo, y fue una historia arquetípica en la descripción de los efectos indeseados que la “educación para el amor” (bovarismo) suele tener en gran cantidad de mujeres. Flaubert valora al amor-pasión en su justo límite, no lo considera omnipotente e incluso lo desmitifica por la frecuencia con que conduce a la desdicha al abrevar en ausencias, idealización y expectativas desmedidas.

La revolución sexual que tuvo lugar a mediados del siglo XX invirtió definitivamente el dualismo platónico y cristiano: el cuerpo sería ocasión para la alegría, para la experimentación y para la libertad. Todas las orientaciones sexuales serían admitidas.

Siempre que se ama existe la posibilidad de sufrir.

Parte de la cuota necesaria de sufrimiento que implica el amor se vincula con el hecho de que, como individuos modernos y occidentales, debemos elegir por nuestra cuenta a la pareja con la que compartiremos gran cantidad de momentos de nuestra vida.

Como sujetos modernos, estamos librados a nuestras propias fuerzas. Como sujetos modernos, somos compelidos a pensar que el cambio siempre es bueno para nuestras vidas.

Como sujetos modernos, también, vivimos una época en la que el lazo social tiende a quebrarse.

Algunas personas encuentran en la familia, en los amigos o en la pareja un amparo que los preserva de las inclemencias de un individualismo feroz.

Otros sufren uno de los efectos más penosos del individualismo moderno: se sienten solos, desamparados, excluidos de la estructura de “vida en pareja” o de “vida en familia” que aún parecería signar hegemónicamente a ciertas sociedades. Si desean encontrar un amor.

En grandes ciudades como Nueva York o Berlín parece bastante más frecuente que el eje articulador de la vida sean los amigos y no la pareja. En estas ciudades, no estar en pareja no parece tan desafortunado como en otras ciudades más conservadoras (tal el caso de Buenos Aires).

Una de las consecuencias del atomismo contemporáneo y de la moderna libertad de elección de pareja es que los mecanismos sociales que facilitan este cometido son insuficientes. Internet palió de algún modo esta dificultad, posibilitando una red de conexiones humanas impensables hasta hace pocos años y un contacto menos mediado por la presencia física, pero potenciando también la idealización mediante el juego de ausencias planteado por el género epistolar.

 

Un poco de historia….

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