Libro: “Falacias del amor” Autor: Roxana Kreimer
(3° parte)
“Es el amor. (...) La hermosa
máscara ha cambiado, pero como
siempre es la única”. (Jorge Luis Borges, El amenazado)
El amor cortés medieval subrayó la
identificación del amor con el deseo, y del deseo con la ausencia. La
exaltación del amor no correspondido propia de la cultura de masas
contemporánea es tributaria del canto de aquellos trovadores que entendieron
que el sufrimiento era prueba necesaria y suficiente del amor.
El romanticismo consagró a la infelicidad como destino
del amor.
Madame Bovary, la novela realista de Flaubert,
describió la infelicidad de la mujer burguesa educada en el romanticismo, y fue
una historia arquetípica en la descripción de los efectos indeseados que la
“educación para el amor” (bovarismo) suele tener en gran cantidad de
mujeres. Flaubert valora al amor-pasión en su justo límite, no lo considera
omnipotente e incluso lo desmitifica por la frecuencia con que conduce a la
desdicha al abrevar en ausencias, idealización y expectativas desmedidas.
La revolución sexual que tuvo lugar a mediados del siglo XX invirtió
definitivamente el dualismo platónico y cristiano: el cuerpo sería ocasión para
la alegría, para la experimentación y para la libertad. Todas las orientaciones
sexuales serían admitidas.
Siempre que se ama existe la
posibilidad de sufrir.
Parte de la cuota necesaria de sufrimiento
que implica el amor se vincula con el hecho de que, como individuos
modernos y occidentales, debemos elegir por nuestra cuenta a la
pareja con la que compartiremos gran cantidad de momentos de nuestra vida.
Como sujetos modernos, estamos librados a
nuestras propias fuerzas. Como sujetos modernos, somos compelidos a
pensar que el cambio siempre es bueno para nuestras vidas.
Como sujetos modernos, también, vivimos
una época en la que el lazo social tiende a quebrarse.
Algunas personas encuentran en la familia, en los amigos
o en la pareja un amparo que los preserva de las inclemencias de un
individualismo feroz.
Otros sufren uno de los efectos más penosos del individualismo
moderno: se sienten solos, desamparados, excluidos de la estructura de “vida en
pareja” o de “vida en familia” que aún parecería signar hegemónicamente a
ciertas sociedades. Si desean encontrar un amor.
En grandes ciudades como Nueva York o
Berlín parece bastante más frecuente que el eje articulador de la vida sean los
amigos y no la pareja. En estas ciudades, no estar en pareja no parece tan
desafortunado como en otras ciudades más conservadoras (tal el caso de Buenos
Aires).
Una de las consecuencias del atomismo
contemporáneo y de la moderna libertad de elección de pareja es que los
mecanismos sociales que facilitan este cometido son insuficientes. Internet palió de algún modo esta
dificultad, posibilitando una red de conexiones humanas impensables hasta hace pocos
años y un contacto menos mediado por la presencia física, pero potenciando
también la idealización mediante el juego de ausencias planteado por el género
epistolar.
Un poco de historia….
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