#LAS PEQUEÑAS ACCIONES … HACEN LA
DIFERENCIA#
Lo que es común en las parejas, difiere de nuestra forma de pensar al tratar con otras personas.
Nuestros juicios, fuera de nuestras
relaciones íntimas, son en su mayor parte más moderados y más sensatamente equilibrados.
Cuando estamos muy comprometidos en una
relación parece que nos deslizáramos hacia una manera más primitiva de pensar, la del todo nada.
El primer paso para que una relación de convivencia funciones es la comunicación, con sentido de colaboración.
Los cónyuges tienen que reconsiderar muchas ideas
negativas, muy arraigadas. Observaciones tales como “Está tan absorta en sí misma, que nunca se
preocupa de mis necesidades” o “El siempre
hace lo que quiere y nunca lo que yo quiero hacer”, representan a
menudo, en parte, la propia orientación del hablante egocéntrico.
Esas ideas se vuelven absolutas y rígidas
porque se conciben en función de términos opuestos: virtud y vicio, bondad y
maldad.
Al fin de lograr un cambio efectivo
los cónyuges deben ser capaces de especificar qué clases de acciones representan consideración,
amabilidad
y responsabilidad
para ellos.
Lo que ayuda es el
estímulo y las señales de aprecio. Si cada uno demuestra al otro cómo aprecia
esas acciones, estarán más dispuestos a repetirlas por su propia cuenta.
“Es deseable y gratificante hacer esas cosas
por mi pareja”
El ciclo
reiterado de la acción constructiva,
más el refuerzo, pueden neutralizar el egocentrismo que se opone a la consideración de las necesidades del
otro.
Con estímulo y
una comunicación clara, los cónyuges pueden ayudarse mutuamente a
cambiar de marcha y unir sus propios intereses con los de su pareja.
Si las
nuevas pautas de conducta tienen éxito, empiezan a reemplazar a las egocéntricas.
Algunas de las acciones que indican interés y afecto son
innumerables, entre ellas; interés, aceptación, comprensión, apoyo,
sensibilidad…
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